01 octubre 2012

Paul Dukas


El 1 de octubre de 1865, nace en París en el seno de una familia muy culta, el compositor y crítico francés autor de obras musicales sinfónicas, de cámara y de teatro, Paul Dukas. En 1881 cuando tenía diecisiete años ingresó en el conservatorio de París, donde estudió piano con Mathias, armonía con Théodore Dubois y en 1883 se incorporó también a las clases de composición de Ernest Guiraud y Claude Debussy, con quien mantendría la misma viva amistad hasta la muerte de éste.

Recibió pocas recompensas durante los siete años de estudios en conservatorio, pero salió con una sólida técnica de composición. Desde el primer momento se vio inclinado por el vanguardista y mostró entusiasmo por los artistas más famosos de esa época: Edoard Lalo, Emmanuel Chabrier, Vincent d'Indy y Richard Wagner, cuyo descubrimiento se hizo en Bayreuth en el verano de 1886. Su primera obra presentada al público fue “Polyeucte,” en 1892 fue como crítico, demostrando extraordinario buen gusto y una cultura fuera de común.
Tras la “Sinfonía en do mayor”, (Mexico Symphony Orchestra & Guillermo Villarreal), estrenada en 1897 obtuvo un gran éxito con el “Aprendiz del brujo” (Czech Radio Symphony Orchestra Ronald Zollman) estrenado en París en 1897. Transcripción para 2 pianos del “Aprendiz para brujo” (Alexander Kobrin y Frédéric D'Oria-Nicolas);  (Partitura para piano).

El aprendiz de brujo es un poema sinfónico compuesto y lleva como subtítulo Scherzo sobre una balada de Goethe estrenado en París en 1897, cien años después de la composición de Goethe y que el propio Dukas subtituló “Scherzo basado en una balada de Goethe”. Dukas se estrenaba así en un estilo muy apreciado, el del poema sinfónico basado en un argumento literario, donde el texto servía de pretexto a la música. El scherzo basa su fuerza expresiva en una férrea construcción en forma de fuga. Comienza creando una atmósfera misteriosa en la que imaginamos al mago haciendo su magia y al aprendiz madurando la idea de suplantarlo. En la introducción, sobre un fondo de cuerdas, el contrafagot y luego toda la orquesta van ejecutando, por turnos, el tema del aprendiz de brujo y el encantamiento. La trompeta es la encargada de presentar la fórmula mágica. El tema original de la escoba es expuesto por primera vez por medio de tres fagots.

Luego, un tema más rápido con un ritmo fuerte, cuyo desarrollo fugado ocupa el lugar más importante de la obra, sugiere el movimiento de la escoba. Este motivo es muy pegadizo y da la impresión de que la escoba va saltando. El resto de la orquesta, principalmente los instrumentos de cuerda, va a reproducir la acción de verter el agua en el balde. Suenan las trompetas, el fagot (la escoba) se anima cada vez más vivamente con un ritmo punzante. Toda la orquesta comenta la acción y traduce (violines) el pánico del héroe, incapaz de detener la marcha infernal de la escoba. El agua sigue inundándolo todo. En este momento la música alcanza su punto culminante, en el momento en que el aprendiz corta en dos mitades la escoba. Tras una breve pausa, se va elevando lentamente el fagot, y uno se imagina a la escoba tratando de ponerse en pie de nuevo.

En el instante en que las dos mitades de la escoba se ponen de pie, la fuga simple se convierte en doble fuga, para dar origen a desarrollos dobles que se entrecruzan, se persiguen y se encabalgan en un tumulto delirante, pero ordenado, que nos introducen en un torbellino sonoro embriagante en el que se sugieren miles de ideas. Un súbito final fortísimo nos indica el regreso del maestro que restablece el orden con un manotazo. En la conclusión, volvemos a tener los elementos de la introducción y aparecen la magia y el misterio que termina con lo que se supone es la amonestación del maestro con los cuatro potentes acordes de clausura.
En Goethe no se hacía mención expresa de fórmula mágica, aunque se nos dice que el aprendiz se sabe las palabras y los gestos de su maestro. En Dukas, la trompeta hace alusión a ella. El golpe de percusión nos revela que el mago ha vuelto las cosas a su lugar. La música de Dukas sigue fielmente el texto de Goethe y no descuida ningún episodio, lo que va a permitir ir siguiendo cada verso a través de la música.

En 1937, Walt Disney lanzó su “Sorcerer’s Apprentice” (Leopold Stokowski & The Philadelphia Orchestra), que en 1940 incluyó en su película de animación 'Fantasía' con la música de Paul Dukas, ejecutada por la orquesta de Filadelfia dirigida por Leopold Stokowsky. En ella, es el ratón Mickey quien va a asumir el papel del aprendiz y probablemente sea esta imagen la que más repercusión ha tenido en la visualización del scherzo de Dukas y en la popularización del tema. El “Aprendiz de brujo” también se llevó a la gran pantalla en 2010, por el director Jon Turteltaub, producida por Jerry Bruckheimer y protagonizada por Nicolas Cage y Jay Baruchel. La película se estrenó en julio de 2010.


Así pasó a ocupar un lugar entre los guías de su generación y su renombre quedó bien consolidado. A partir de 1909, fue profesor de composición. En los quince años posteriores sus nuevas obras -poco numerosas aunque exponentes de un pensamiento elevado y con una escritura muy personal- irían apareciendo tras largos periodos de silencio y de meditación: la “Sonata para piano” en Mi bemol menor: I. Moderadamente vivo, II Calmado, Un poco lento, muy sostenido, III Vivo con ligereza, IV Muy Lento (François-René Duchable piano).

En 1901, las “Variaciones, interludio y final sobre un tema de Rameau” 1/2, 2/2 (Chantal Stigliani, pianoforte), en 1903, “Ariana y barba azul”, "Ô mes clairs Diamants" (Suzanne Balguerie) cuento lírico con tres actos con libreto de Maeterlinck, en 1907; texto que, a su vez, está inspirado en un cuento tradicional de Charles Perrault ('Barbazul', 1697). La obra se interpretó recientemente en el gran teatro del Liceo de Barcelona contando con la dirección musical de Stéphane Denève, acompañando a la soprano Jeanne-Michele Charbonnet, el mítico bajo-barítono belga José van Dam.

La concisión y evocadora música de Dukas toma cuerpo en su poema coreográfico “La Péri”, parte A, parte B (Cincinnati Symphony Orchestra, dir. Jesús López-Cobos); su aire oriental impregna el ambiente y la tensión argumental de la partitura que no polemiza con su estructura clásica, sino que más bien canaliza un caudal sonoro que se anuncia desde la fanfarria inicial.
Se produjo entonces un cambio profundo: Dukas se encerró en un silencio casi absoluto. Pero nunca dejó de componer en los veintitrés años que le quedaban de vida. Se pudieron ver y oír varias obras importantes, quemadas por el autor poco antes de su muerte por no querer darlas a conocer.

Paul Dukas con sus alumnos de composición en 1929. Entre ellos, Maurice Duruflé y Olivier Messiaen

A partir de 1909, fue profesor de composición. A instancias de su amigo Gabriel Fauré, Dukas aceptó en 1910 el puesto de profesor del curso de orquesta en el Conservatorio de París, pero en 1913 presentó su dimisión. En 1924, se le nombró inspector de la enseñanza musical de los conservatorios de las provincias francesas.

Dukas en 1932
En 1928 sucedió a Charles-Marie Widor como profesor de composición y se ocupó de la cátedra de composición en dicho conservatorio. En siete años agrupó en torno a sí un buen número de discípulos a los que impartiría conocimientos con su singular plenitud. Entre sus alumnos destaca Oliver Messiaen. Aunque siempre había desdeñado los honores oficiales acabó por consentir, un año antes de su muerte, que se ofreciera su candidatura para la Academia de Bellas Artes de París que, sin haber hecho las visitas tradicionales, ganó por la inmensa mayoría, ocupando el sillón de Alfred Bruneau.


Indiferente a los honores, Dukas llevó una vida sencilla y discreta, en un aislamiento voluntario del mundo, con su espíritu cartesiano recuerda algunos autores del renacimiento, a esos artistas que meditan antes de crear.

Dukas en 1934
Con ello no queremos decir que desconociera la importancia del instinto, la preeminencia de la sensibilidad en la concepción de la obra de arte. “Toda la fuerza de la originalidad reside en el inconsciente”, escribiría. Uno de los rasgos instintivos de la gran individualidad musical, añadiría, “es una fuerte correspondencia entre ésta y las particularidades del temperamento sensitivo y moral de su poseedor. La individualidad musical es una expresión directa de su personalidad humana puesta de manifiesto a través de las facultades especiales que resultan de sus aptitudes como artistas. Las mayores audacias y habilidades técnicas tienen escaso valor, sin la poesía... Hay que saber mucho y hacer música con lo que no se sabe”

Todas sus reflexiones sobre el arte dan prueba de una inteligencia superior y un sentido muy amplio del humanismo. Su amplia cultura, la lucidez y seguridad de sus juicios le permitieron ser un brillante crítico musical. A partir de 1892 y durante unos diez años escribió reseñas para la “Revue hebdomadaire” y para la “Gazette des beaux-arts”. Sus crónicas, que abordaban todos los temas y todas las épocas superan el nivel habitual de un escritor. Constituyen verdaderos estudios excesitos de excepcional valor y ofrecen un panorama casi completo de la historia musical. Dukas sintetizó las tendencias del arte de los grandes románticos y las nuevas aspiraciones de los compositores del siglo XX. Su inspiración melódica lejos de toda concesión, se impone por su nitidez y su vigor. Por último, fue en la escritura orquestal donde mejor demostró su originalidad. A diferencia de Debussy que aislaba los timbres pretendiendo sonoridades etéreas, Dukas fundía su orquesta en grupos, concentrando sus instrumentos, persiguiendo más los efectos sonoros que los tonos puros. Tendió más a amalgamar que a descomponer. Trató la materia sinfónica de un modo suntuoso: al igual que Wagner y Richard Strauss, y obtuvo una plenitud sonora magnífica.

Paul Dukas, figura destacada de la escuela francesa moderna, fue continuador de la tradición espiritual de Rameau y Berlioz. Paul Valéry apreciaba en él “la ruptura evidente y franca con la facilidad”, “la severidad en la búsqueda de si mismo y en la persecución en la poesía pura en su arte”. Y su colega Gabriel Fauré opinaba de él: “Originalidad poderosa, alta sensibilidad y estilo admirable.”Paul Dukas murió en París el 17 de mayo de 1935 a los 69 años.

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