Culminó su preparación musical en el londinense Royal College of Music, entablando contacto con músicos de la talla de Vaughan Williams o Gustav Holst. Poco después sirvió como oficial de infantería en la Primera Guerra Mundial, contándose que marchó a las trincheras llevándose su gramófono y sus partituras debajo del brazo. Lo que no dicen es dónde acabó su equipaje musical cuando le vieron aparecer con semejante equipaje sus superiores. Finalizada la guerra se dedica de lleno a la composición, mostrando un interés inusitado por todo lo que oliese a modernidad.
En 1922 estrena, con dirección de Edward Elgar, una de sus obras más famosas y singulares, “A Colour Symphony” (Arthur Bliss & The London Symphony Orchestra), su primera gran composición orquestal, donde intenta describir musicalmente los diferentes colores, correspondiendo cada movimiento a uno de ellos (Púrpura, Rojo, Azul y Verde). Parece que la inspiración la obtuvo a partir de un libro de heráldica en el que se detallaban los conceptos simbólicos asociados a cada color. La dirigió Edward Elgar en el “Three Choirs Festival de Gloucester”, en 1922.
En 1928 Bliss dedica su “Pastoral: Lie Strawn the White Flocks” (John Diamanti, clarinete & Francesco Maria Moncher, piano) para clarinete y piano a Elgar, un compositor por el que mostraba una gran admiración, pudiendo apreciarse a partir de ese momento una evolución en su música que va abandonando los terrenos más experimentales y atrevidos de sus primeros trabajos, para orientarse hacia construcciones más conservadoras de claras influencias románticas.
Algunas de las composiciones más conocidas de Bliss son "Héroes Matutinos", una sinfonía coral; "Introducción y Allegro"; "Himno de Apolo"; la "Suite de Purcell" (overtura, aire, zarabanda, minué y gaita) , que fue bien recibida al ser ejecutada por la Orquesta Sinfónica de París, dirigida por Ansermet; “Concierto para violoncello” (Raphael Wallfisch, violonchelo; Ulster Orchestra & dir. Vernon Handley) "Concierto para dos pianos" (Peter Donohoe & Martin Roscoe) "Mélée Fantasque pour Orchestre"; el "Concierto para dos pianos"; y "Música para Cuerdas", estrenada en un concierto de la B.B.C., en 1935; El “Concierto para piano en Si bemol mayor, parte I”, parte II”. (Peter Donohoe, piano & The Royal Scottish National Orchestra)
Por otro lado, en 1934, el productor británico de origen húngaro Alexander Korda se puso en contacto con Bliss para encomendarle la creación de una banda sonora para la película “Things to come” (La Vida Futura) (The New Philharmonia Orchestra & Arthur Bliss), con guión de H.G. Wells con una partitura llena de fuerza que se fue construyendo al mismo tiempo que se iba escribiendo el guión y que se adaptaba a las imágenes en función del montaje final, consiguiendo una innovadora y perfecta conjunción entre lo narrado y la música de fondo.. En ella se avanza la visión de lo que podría ser la evolución del mundo, desde el entonces futuro 1940, durante los siguientes cien años.
Algunos aspectos narrados en el film se quedaron en mera ciencia ficción, pero otros, como el anticipo de lo que luego sería la Segunda Guerra Mundial y el sufrimiento para la población, resultaron casi proféticos. Con el paso del tiempo y la proliferación posterior de películas del género, “Things to come” ha quedado relegada a una inocente fantasía utópica de Wells, aunque sus indudables valores la han convertido en un film de culto para cinéfilos.
Pero además de los méritos estrictamente cinematográficos que pueda tener la película, la banda sonora compuesta por Arthur Bliss tiene una relevancia que debe ser destacada. Con el advenimiento del cine sonoro, los diálogos y las canciones adquirieron un enorme protagonismo en detrimento de la banda sonora, que solía estar compuesta por música reciclada de otras películas o por fragmentos de música clásica. En Estados Unidos, Max Steiner, con su trabajo para “King Kong” (1933), dará un nuevo y decisivo giro en este campo, creando una partitura original adaptada a la acción, que acompaña la misma y evoluciona con ésta, remarcando y potenciando las sensaciones que transmiten las imágenes.
Sir Arthur Bliss falleció en Londres en marzo de 1975 y hoy está reconocido como uno de los más prolíficos y polifacéticos compositores británicos del siglo XX.
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