29 mayo 2012

Isaac Albéniz


El 29 de mayo de 1860 nació en Camprodón, Girona, el pianista y compositor catalán Isaac Albéniz, uno de los compositores españoles más importantes del siglo XIX, especialmente por sus obras para piano, de inspiración nacionalista y lenguaje moderno. Recibió de su hermana las primeras lecciones de piano. Su primer concierto público tuvo lugar cuando tan sólo tenía 4 años, mismo año en el que fue presentado en el teatro Romea de Barcelona. A los ocho años se traslada con su familia a Madrid, asistiendo a las clases de Mendizábal en el Conservatorio.

Albéniz en 1877
Tras estudiar piano en esta ciudad e intentar, infructuosamente, ingresar en el Conservatorio de París, prosiguió sus estudios en Madrid, adonde su familia se había trasladado en 1869. Espíritu inquieto, a los diez años se fue de casa, y recorrió varias ciudades y pueblos de Castilla organizando sus propios conciertos. Una segunda fuga, en 1872, le llevó a Buenos Aires. Protegido por el secretario particular de Alfonso XII, el conde de Morphy, Albéniz, consciente de sus carencias técnicas, pudo proseguir sus estudios en el Conservatorio de Bruselas.

Rosina Jordana y Albéniz
Año importante fue el de 1882: contrajo matrimonio con su alumna Rosina Jordana y conoció al compositor Felip Pedrell, quien dirigió su atención hacia la música popular española con la necesidad de crear una música de inspiración nacional. Fue entonces cuando Albéniz, que hasta ese momento se había distinguido por la creación de piezas salonísticas agradables y sin pretensiones para su instrumento, el piano, empezó a tener mayores ambiciones respecto a su carrera como compositor. Su estilo más característico comenzó a perfilarse con las primeras obras importantes de carácter nacionalista escritas a partir de 1885, en especial con la “Suite española” de 1886: Sevilla (Jascha Heifetz, violín y Arpad Sandor, piano); Asturias (Andrés Segovia, guitarra).


Su ideal de crear una «música nacional de acento universal» alcanzó en la suite para piano 'Iberia', su obra maestra, su más acabada expresión. Admirada por músicos como Debussy, la influencia de esta partitura sobre otros compositores nacionalistas españoles, entre ellos Falla y Granados, fue decisiva.

Ella sola basta para otorgar a Albéniz un lugar de privilegio en la música española. Aunque cultivó variados géneros, en su obra predominan las composiciones para piano. En su música para este instrumento se pueden distinguir tres épocas. En la primera, que abarca desde sus composiciones de juventud hasta aproximadamente 1880, Albéniz compone obras de carácter romántico e intimista, influidas claramente por la música de salón. Entre las principales piezas de dicha etapa cabe citar sus “Siete sonatas para piano” Tercera sonata I, II, III. (Albert Guinovart, piano) y sus tres “Suites anciennes”, además de los Seis pequeños valses” 1, 2, 3, 4, 5, 6.

Su etapa nacionalista española se abre con las cinco piezas que integran los “Cantos de España” (Preludio, Oriental, Bajo la palmera, Córdoba, Seguidillas): Oriental (Alicia de Larrocha); Córdoba; (Juliam Bream); La mayoría de las composiciones de esta segunda etapa están inscritas en la corriente de tintes andaluces denominada "alhambrismo", caracterizada por la profusión de ritmos de danzas populares y de elementos del cante jondo, así como por el uso de escalas modales como la frigia y ornamentaciones propias de la escritura para guitarra; no obstante, en algunas piezas de este período también se escuchan rasgos folclóricos de otras provincias españolas.


Otras obras incluidas dentro de este apartado son las “Doce piezas características”, la “Suite Española” y el “Concierto fantástico en La menor” I, II. (Jose Menor, piano; Carlos Checa, dir. & Orquesta Sinfónica de Xalapa).

La tercera etapa creadora de Albéniz posee resonancias impresionistas, en parte fruto de sus viajes a París y de la amistad que le unió a compositores como Debussy, máximo representante del impresionismo musical francés. Las doce piezas que componen los cuatro cuadernos de “Iberia” tienen una arquitectura compleja. La mayoría de ellas emplean ritmos característicos de danza que se alternan con un estribillo lírico de carácter vocal o copla. El primer cuaderno incluye las piezas 'Evocación', 'El puerto' (The Royal Classica Orchestra) y 'Corpus Christi en Sevilla', esta última eminentemente descriptiva.

En el segundo cuaderno se hallan las obras 'Rondeña', 'Almería' (Esteban Sánchez) y 'Triana' (Pedro Carbone), que de nuevo hacen mención a rincones andaluces. El tercer cuaderno lo inicia la pieza titulada 'El Albaicín' (en honor al barrio granadino de igual nombre), seguida de 'El Polo' (Pedro Carbone) y de 'Lavapiés', única pieza de Iberia inspirada en un lugar no andaluz.

Y por último 'Málaga', 'Jerez' (Alicia Delarrocha) y 'Eritaña', que son las tres piezas que integran el cuarto cuaderno.  Albéniz no posee una producción orquestal muy amplia, pero todas sus obras sinfónicas están dotadas de un colorido y una armonía de gran riqueza, así como de destacables innovaciones instrumentales. En ocasiones incluso integraba en la orquesta instrumentos de viento de la cobla catalana.

Respecto a su música escénica, hay que citar “Pepita Jiménez”- Maravilla: Romanza: 'Amor, Vida de Mi Vida' (Manuel Moreno-Buendia & Plácido Domingo); representada en toda Europa, fue siempre la obra favorita del compositor. En esta ópera Albéniz se aleja de la tradición wagneriana para desarrollar un lenguaje autóctono, expresivo y lírico. En cambio, en sus óperas “Henry Clifford” y “Merlin” (Coro y orquesta del Teatro Real de Madrid & dir. José De Eusebio), es patente su admiración por Wagner.
Falleció el 18 de mayo de 1909 en Cambo-les-Bains (Francia).

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