22 agosto 2012

Claude Debussy


El 22 de agosto de 1862 nació en un suburbio parisino el compositor francés Claude Debussy. Iniciador y máximo representante del llamado impresionismo musical, sus innovaciones armónicas abrieron el camino a las nuevas tendencias musicales del siglo XX, junto a Maurice Ravel.

Ya en su niñez había iniciado el estudio del piano en su hogar; sin embargo, no pensaba entonces en la carrera musical. Fue una antigua discípula de Chopin, la señora Manté de Fleurville, quien intuyó la vocación del muchacho e indujo a sus familiares a cultivarla. Se educó en el conservatorio de París, donde comenzó a estudiar a los diez años, allí tuvo por maestros, entre otros, a Lavignac, a Marmontel y, en composición, a Ernest Guiraud.
Grato paréntesis en sus estudios fue, en el verano de 1880, su empleo de acompañante como pianista de cámara y profesor de piano de los hijos de una rica dama rusa, Nadesda von Meck, mecenas del compositor ruso Piotr Ilich Tchaikovsky y fanática de su música, en sus viajes a través de la Francia meridional, Suiza e Italia.

Nadesda von Meck
Esto le permitió conocer a Wagner. Debussy vio renovado el empleo en los veranos siguientes, posiblemente hasta 1884, y entonces visitó Moscú, donde pudo establecer cierto contacto con la música del "grupo de los Cinco". Durante su estancia en Rusia conoció la música de compositores como Alexandr Borodín, Mili Balakirev y Modest Músorgski, así como el folclore ruso y gitano. En el Conservatorio había adquirido fama de músico revolucionario; sin embargo, en 1884 Debussy ganó el codiciado Grand Prix de Roma por su cantata “El hijo pródigo” (The Sinfonia Radio Stuttgart & dir. Gary Bertini).

De acuerdo con los requisitos del premio, estudió en Roma donde se instaló en la villa Medici durante dos años y presentó de modo regular, aunque sin demasiada fortuna, nuevas composiciones al comité del Grand Prix. Entre estas obras se encuentran la “Suite sinfónica Printemps” (New Philharmonia Orchestra & Pierre Boulez) y una cantata, “La señorita elegida”, basada en el poema 'La doncella bienaventurada' del escritor británico Dante Gabriel Rossetti. Fue nombrado Caballero de la Legión de Honor en 1903. La existencia del compositor se desenvolvió en un plano retirado y careció de acontecimientos sensacionales externos, salvo la dolorosa crisis sentimental que indujo al artista a separarse de su esposa Rosalie Texier, compañera fiel y valerosa de los años difíciles, para unirse a Emma Bardac Moyse (1905). Raramente y con desgana se alejaba de París. En 1893 fue a Gante para pedir a Maeterlinck que le permitiera poner música a su drama; el literato le dio su asentimiento, si no su comprensión. En 1909 estuvo en Londres con motivo de la presentación de Pelléas en aquel país.


Luego, la fama creciente le obliga a estancias en Viena y Budapest (1910), Turín (1911), Rusia (1913-14), Holanda y Roma (1914) para la dirección de sus propias composiciones. No ocupó cargos ni buscó jamás puestos estables; careció de discípulos y sí tuvo únicamente amigos, con quienes gustaba de hacer música, conversar y discutir sobre arte y poesía. Actuó frecuentemente como colaborador musical en diversas revistas, generalmente literarias, y reunió los principales frutos de tal colaboración en el volumen “Monsieur Croche, antidilettante” (1917).

Operado en 1915, no pudo recobrar ya la plenitud de sus fuerzas físicas, amargado y conmovido profundamente por los desastres de la 1ª Guerra Mundial, Debussy murió en París, en marzo de 1918, a los 55 años. En su honor, se ha compuesto al menos un homenaje, que utiliza la fórmula del «tombeau» cuyo título hace referencia a una composición elegíaca cuyos antecedentes se remontan al Barroco; el término francés «tombeau» se corresponde con el castellano ‘tumba’: “Homage. Pour le tombeau de Debussy”, (Julian Bream) la única obra para guitarra sola de Manuel de Falla, que fue dedicada al guitarrista Miguel Llobet. Más tarde, Falla adaptaría la obra para piano. La obra de Falla «cita» un tema de una de las Estampes de Debussy: "La soirée dans Grenade".

La música de Debussy, en su fase de plena madurez, fue la precursora de la mayor parte de la música moderna. Sus innovaciones fueron por encima de todo, armónicas. Aunque no fue él quien inventó la escala de tonos enteros, sí fue el primero que la utilizó con éxito. Su tratamiento de los acordes fue revolucionario en su tiempo, lo utilizaba de una manera colorista y efectista, sin recurrir a ellos como soporte de ninguna tonalidad concreta ni progresión tradicional. Esta falta de tonalidad estricta producía un carácter vago y ensoñador que algunos críticos contemporáneos calificaron de "impresionismo musical", dada la semejanza entre el efecto que producía esta clase de música y los cuadros de la escuela impresionista.

Aún hoy se sigue empleando este término para describir su música. Debussy no creó una escuela de composición, pero sí liberó a la música de las limitaciones armónicas tradicionales. El resultado es una música de aromas, sensaciones e impresiones, cuyos principios se asientan en una suerte de «matemática misteriosa» que revela una estricta simbiosis con «el movimiento de las aguas, el juego de curvas que describen las brisas cambiantes», en radical oposición a las reglas de armonía e instrumentación impartidas en los conservatorios. Durante la década de 1880, las obras de Debussy se interpretaron con frecuencia, y a pesar de su por entonces naturaleza controvertida se le empezó a valorar como compositor.

De Roma se trajo la cantata “La Demoiselle élue” (1887-88, La damisela bienaventurada) Parte 1/3, Parte 2/3, Parte 3/3 (Los Angeles Philharmonic Orchestra & Paula Rasmussen, Dawn Upshaw & dir. Esa-Pekka Salonen), sobre un texto de D.G. Rossetti y de un gusto prerrafaelista muy propio de la época; todavía arrastrado por un sentimentalismo hijo del siglo XIX, y musicalmente situado entre Massenet y Thaikovsky, Debussy buscaba a tientas la salida hacia una nueva concepción artística y cayó, como era natural, en el wagnerismo.

Más bien que de experiencias musicales (entre ellas contaron singularmente las llevadas a cabo en Rusia y el descubrimiento del canto gregoriano y de melodías exóticas africanas y javanesas, presentadas en la Exposición Universal de París), la liberación le vino de literatos y pintores: la amistad de poetas simbolistas y parnasianos, dominados por la figura de Mallarmé, y el ejemplo de renovación de la pintura impresionista fueron las fuerzas determinantes que impulsaron al compositor hacia un camino artístico original. Las obras líricas para canto y piano son las composiciones que permiten seguir mejor la evolución lógica del artista desde un formalismo melódico de gusto un tanto aburguesado hasta la creación de una prosa poética intensamente evocadora; así, “Arietas olvidadas” (1888), “Cinco poemas de Baudelaire” (1890) Parte 1, Parte 2, Parte 3, Partes 4 y 5 (Barbara Hendricks, soprano; Michel Béroff, piano),

“Fêtes galantes” (1892 y 1904) (Alfred Cortot & Maggie Teyte), “Prosas líricas” (1893) y Tres canciones de “Bilitis” (1898) (Irma Kolassi, mezzo-soprano & André Collard, piano) que se trata de una colección de poemas eróticos de Pierre Louÿs, publicada por primera vez en París en 1894. El libro se presentó como una presunta traducción de Louÿs de la obra de una poetisa de la Antigua Grecia, Bilitis, que habría vivido en la isla de Lesbos en el Siglo VI a. C. Como su contemporánea Safo, Bilitis escribía poemas sensuales y apasionados en los que hablaba fundamentalmente de amor entre mujeres.

De tal forma se forjó el nuevo lenguaje musical y dramático que le permitió aportar una solución personal al problema de la ópera con “Pelléas et Mélisande” (Chorus & Orchestra of the Opera Lyon & dir. Elliot Gardiner), sobre texto de M. Maeterlinck y representada en la Opéra-Comique el 30 de abril de 1902 (su composición había durado diez años). El éxito fue muy discutido -"Esto no es música, no escucho nada de música aquí" (Richard Strauss) o "esta música no me molesta más" (Mahler)-, y, con gran lentitud, la ópera llegó a conquistar el puesto que le correspondía en la historia de la música, como etapa básica en el desarrollo del teatro musical.

La música que Debussy compuso para esta ópera ha sido calificada de revolucionaria y radical. "No creo en la omnipotencia de vuestro sempiterno do, re, mi, fa, sol, la, si, do. No hay que excluirlo, sino darle acompañamiento, desde la gama de seis tonos hasta la gama de veintiuno... con veinticuatro semitonos contenidos en la octava, se tiene siempre a disposición acordes ambiguos que corresponden a treinta y seis tonos a la vez."
Las partes vocales se mueven a lo largo de toda la obra en una especie de recitativo continuo, con algunos florecimientos melódicos pero que en ningún caso llegan a las tradicionales arias. Aunque emplea una orquesta completa, en raras ocasiones la despliega totalmente; se apoya especialmente en las sonoridades de la cuerda, con frecuencia subdividida, con sordina y con énfasis en los sonidos más graves. Muy raramente hace sonar el metal o la madera sin combinar sus sonidos con los de la cuerda. El empleo de temas representativos de los personajes y las situaciones está muy lejos del leitmotiv de Wagner.

El tríptico sinfónico “La Mer” (The Philharmonia Orchestra & Herbert von Karajan) supuso un nuevo salto adelanto en el desarrollo de su estilo. Se trata de un tríptico sinfónico que compuso en 1903 aunque no dejó de retocarlo hasta concluir 1905. Sus tres movimientos son:
- “De l’aube à midí sur la mer” (Del alba al mediodía en el mar) (The Cleveland Orchestra / Vladimir Ashkenazy)
- “Jeux de vagues” (Juegos de olas) (Cleveland Orchestra & George Szell)
- “Dialogue du vent et de la mer” (Diálogo entre el viento y el mar) (The Chicago Symphony Orchestra & Sir Georg Solti).


En una segunda etapa, alcanza el primer plano de la producción de Debussy, la música instrumental:
“Arabesque” (1888) Parte 1 y Parte 2 (Aldo Ciccolini).
• “Suite Bergamasque”, (1890) obra para piano en varios movimientos. La Suite toma su nombre de las máscaras de la Comedia del arte de Bérgamo y está inspirada en las Fêtes galantes (Fiestas galantes) de Verlaine. Está dividida en cuatro piezas: un Preludio, un Minueto, el “Claro de Luna” (1890) (Angela Hewitt) (la pieza más popular de Debussy) y un dinámico y contrastante Pasapiés.

Clair de Lune (Paul Verlaine)

Votre ame est un paysage choisi
Que vont charmant masques et bergamasques
Jouant du luth et dansant et quasi
Tristes sous leurs déguisements fantasques

Tout en chantant sur le mode Mineur.
L’amour vainqueur et la vie opportune
Ils n’ont pas l’air de croire a leur bonheur
Et leur chanson se mele au clair de la lune,

Au calme clair de lune triste et beau,
Qui fait rever les oiseaux dans les arbres
Et sangloter d’extase les jets d’eau,
Les grands jets d’eau sveltes parmi les marbres.


Traducción de Manuel Machado:

Vuestra alma es un exquisito paisaje,
Que encantan máscaras y bergamascos,
Tocando el laúd y danzando y casi
Tristes bajo sus fantásticos disfraces.

Siempre cantando en el tono menor,
El amor triunfal y la vida oportuna
Parecen no creer en su felicidad
Y sus canciones se unen al claro de la luna.

Al tranquilo claro de luna, triste y bello,
Que hacen sonar los pájaros en los árboles,
Y sollozar extáticos a los surtidores,
Surtidores esbeltos entre los blancos mármoles.

“Rêverie”, para piano (1890) (Francois-Joel Thiollier
“Nocturne” (1892) (Francois-Joel Thiollier)
• “Nocturnos” es un tríptico sinfónico compuesto entre los años 1897 y 1899, y está inspirado en una serie de obras impresionistas también llamadas Nocturnos del pintor James McNeill Whistler. Está integrada por tres movimientos: “Nuages” (director Boulez), “Fêtes” (Martha Argerich & Evgeny Kissin, dos pianos) y “Sirènes” (Esa-Pekka Salonen & Los Angeles Philharmonic Orchestra)
“Cuarteto en sol menor Opus 10” (1893) 1ª parte, 2ª parte (Cuarteto Casals)

“Preludio para la Siesta de un fauno" (1892) (Orquesta Sinfónica de Londres & dir. Leopold Stokowski). El Preludio para la "Siesta de un fauno", está basado en un poema bucólico de Stéphane Mallarmé que también fue ilustrado por el pintor impresionista Manet.
Posteriormente se produjo el tránsito del momentáneo clasicismo de “Para el piano” (1901) a la libertad impresionista de “Estampas” (1903) Parte I, Partes II y III (Sviatoslav Richter), de “L'isle joyeuse” (1904) (Vladimir Horowitz) y de las dos colecciones de “Imágenes” (1905 y 1907) 1)  y 2) (John Anderson).
La “Primera Rapsodia para clarinete y piano” (1909-1910) (Glenn Gould) empezó siendo un encargo de 1909 del Conservatorio de París para un concurso y terminó siendo una de las más importantes obras del repertorio clarinetístico. Más tarde, el mismo Debussy haría un arreglo de la parte de piano para orquesta.

A la engañosa facilidad de “El rincón de los niños” (1908), obra abierta a sugerencias y temas de la vida actual, a pesar de su tema infantil, siguió, con los dos tomos de los “Preludios” (1910 y 1913) Nº 1, Nº 2, Nº 6 (Sviatoslav Richter & Georges Seurat), Nº 8 (Allyson Crow), el equilibrio definitivo de la composición moderna para piano. La devolución a la música del sentido de la precisión fónica, o sea, la conversión de la pieza instrumental en un consistente objeto sonoro donde se cobijan los eventuales valores expresivos sin menoscabo de su solidez, permite considerar realmente a Debussy como el iniciador de las tendencias musicales de la actualidad: en la estela de “Estampas” se desarrolla el florecimiento de las modernas obras de piano, con Ravel, Bartók, Schoenberg y Prokofieff.

En un decidido salto por encima de los últimos siglos, Debussy buscó en el XVI y en el XVII los orígenes culturales del arte y del gusto franceses (la primera Guerra Mundial acabaría de fortalecer en el músico un proceso ya iniciado de enlace con las tradiciones de la civilización nacional). Sin embargo, el principal monumento de esta última fase del arte de Debussy, tan abierta hacia las perspectivas artísticas del futuro, sigue siendo una obra maestra todavía mal apreciada, la partitura de “El martirio de San Sebastián” (1911) (The Berlin Philharmonic Orchestra & Sir Simon Rattle), donde la elevación de los valores musicales aparece algo menoscabada por el artificioso rebuscamiento del texto dannunziano y, sobre todo, por el carácter híbrido del espectáculo escénico, ni ópera ni ballet, sino mescolanza de recitación y canto destinada a la interpretación de Rubinstein.

La renacida voluntad de clasicismo y de reconstitución formal se manifestó claramente en el proyecto de seis Sonatas para varios instrumentos diversamente agrupados, idea surgida en el curso de la Guerra Mundial y que el artista sólo pudo llevar a cabo en su mitad, con la audaz “Sonata para violoncelo y piano” (1915) Parte 1, Parte 2 (Maurice Gendron Violoncello & Christian Ivaldi Klavier), la “Sonata para flauta, arpa y viola” (1915) (Mario Ancillotti, flauta ; Lorenzo Falconi, viola & Alessia Luise, arpa) y la “Sonata para violín y piano” Parte 1 “Allegro vivo”, Parte 2: “Intermède, fantasque et Léger”, Parte 3 “Finale: Très animé” (Susanna Yoko Henkel - violín & Ian Fountain - piano) que ha alcanzado gran popularidad.

Los “Doce Estudios” (1915) Nº 7 (Maurizio Pollini) están divididos en dos volúmenes de seis estudios cada uno, Debussy los dedicó a Frédéric Chopin. Este compositor romántico supuso una enorme referencia para Debussy a la hora de componerlos. Los estudios de ambos tienen una doble función: por un lado, son una batalla técnica para todos los pianistas y por otro, fantásticas piezas de concierto. Y su “Élégie” (1915) (Francois-Joel Thiollier) donde consigue el equilibrio definitivo de la composición moderna para piano.

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