25 septiembre 2012

Dmitri Shostakóvich


El 25 de septiembre de 1906 nació en San Petersburgo el compositor ruso, niño prodigio como pianista y compositor precoz, procedente de una familia intelectual con influencias políticas, Dimitri Shostakovich. Estudió con su madre, una pianista profesional, y después con Shteynberg en el Conservatorio de Petrograd desde 1919 hasta 1925.

La primera obra musical que obtuvo fama internacional la compuso a los 19 años su primera sinfonía: (1925), “Sinfonía No. 1 en Fa menor, Op. 10, mov 1”, Allegretto - Allegro non troppo (1925), (Royal Scottish National Orchestra), en la que las influencias evidentes de otros compositores sobre el compositor casi adolescente que la compuso, no solo no anulan sino que realzan su genialidad. Difícil sería hacer algún reparo contra esa obra que desborda melodías instantáneamente atractivas, cambios de humor que mantienen la atención del oyente al máximo y una pujanza juvenil que convierte su audición en una experiencia jubilosa. Una obra maestra de un genio precoz.

La presentó como trabajo de graduación y que ganaría el primer premio de composición. Cuando la obra fue estrenada por la Orquesta Filarmónica de Leningrado, el 12 de mayo del año siguiente, el júbilo se apoderó de los medios artísticos de la joven República soviética. El éxito de la sinfonía en Europa y América corroboró la revelación de un nuevo talento y, lo que era aún más decisivo, del primer gran autor de la "nueva Rusia”. Como varios compositores soviéticos de su generación, Dimitri trató de reconciliar la revolución de la música de su época con el socialismo revolucionario, con sus llamativas Sinfonía número 2 “Para octubre” y número 3 “Primero de Mayo", ambas con finales de coro.

La “Sinfonía No. 4” (Berliner Philharmoniker Dir. Simon Rattle) es otra cosa, sin embargo. Que no fuera interpretada hasta 1961, casi tres décadas después de haber sido compuesta, y que la orquesta que requiere sea descomunal, la mayor de las exigidas en cualquier sinfonía de Shostakovich, son sin duda razones por las que esta sinfonía que se interpreta muy raramente podría considerarse infravalorada. Según Laurel Fay, cuando el compositor la oyó interpretada dijo emocionado que era lo mejor que había escrito en toda su vida y, desde luego, la audición de esta sinfonía en directo es una experiencia que puede ser transcendente. Pero si en la Primera Sinfonía el mensaje fundamental es de pujanza, brío y ánimo vital, el final de la Cuarta en un pedal larguísimo que desaparece en la nada puede suscitar todo tipo de pensamientos ominosos tras casi una hora de música en la que los ritmos siniestros, la ironía y la sensación de inseguridad y violencia son sobrecogedoras. No es de extrañar que esta música fuera compuesta en un periodo histórico y un país en el que muchos, incluido el compositor, temían por su vida. Es esta una sinfonía que, como por ejemplo la Quinta o la Novena de Mahler, incluso el mejor equipo de sonido deja caricaturizada.


Dimitri compuso su Quinta sinfonía, “Sinfonía nº 5” (New York Philharmonic, Dir. Bernstein), mucho más convencional en forma y melodía. Esto fue muy favorable ya que Shostakovich volvió a ganar el cariño de su público internacional y al parecer dejó de hacer sus presentaciones en los teatros y empezó en las salas de conciertos.

La Sinfonía Nº 6 en Si menor Op. 54 (Mstislav Rostropovich & The Royal Philharmonic Orchestra) fue estrenada en el mismo lugar que lo fue la Quinta, con gran éxito de publico, que obligó a repetir el tercer movimiento. El espacioso Largo con que se inicia la obra constituye casi una pieza sinfónica por sí mismo, de un fuerte carácter introspectivo, donde las líneas melódicas fluyen muy lentamente, en una constante progresión armónica más significativamente en las cuerdas, que arrastran en el ánimo del oyente los más melancólicos sentimientos. En la misma lentísima cadencia se suceden los lúgubres arpegios a cargo de la flauta, repetidos e insistentes, afianzando aún más las sensaciones de soledad y desencanto, de desidia y de vacío vital. El segundo movimiento es un exultante scherzo en tempo de Allegro, corto, pero pleno de virtuosismo y de calidad compositiva en la orquestación. Acaba la sinfonía con un agitado, sorprendente, rondó en Si mayor, lleno de vitalidad, que desemboca en un decadente galop de music-hall. El musicólogo Boris Schwarz lo describe de la siguiente forma: «Bach y Offenbach siempre han convivido en la música de Shostakovich, pero nunca como en la Sexta sinfonía».

La Séptima Sinfonía “La Sinfonía No. 7, Leningrado” (Symphony Orchestra of the USSR, Gennady Rozhdestvensky), es una epopeya sobre la victoria en la guerra (que fue comenzada cerca de Leningrado), mientras que otros muestran la dicotomía entre el optimismo y la duda introspectiva, expresada con mucha ironía. Ha sido fácil explicar estos términos en la posición del compositor como un artista público de la USSR durante la era del real socialismo, pero las divisiones e ironías en su música eran interesantes.
De las sinfonías Quinta, Sexta y Séptima de Shostakovich ya se ha escrito mucho, pero no así de la “Octava sinfonía”, (Berliner Philharmoniker, dir. Andris Nelsons) que suele ser una de las menos interpretadas aunque más apreciadas por algunos. El compositor Krzysztof Meyer afirma que es una obra maestra. Compuesta cuando el Ejército Rojo estaba a punto de derrotar a Alemania, su carácter ambiguo en el que predomina una mirada introspectiva y a menudo trágica, cayó como una bomba entre los dirigentes rusos.

No es el caso de la “Sinfonía No. 9” (St Petersburg Kirov Orchestra & Valery Gergie) que se trata de un ciclo sinfónico la obra en la que el compositor parece adoptar en máximo grado la actitud de bufón o, dicho menos claramente, el uso histriónico, humorístico y sarcástico de la música, parece ser interpretable en clave de burla, no sabemos si de la muerte, de los políticos del Kremlin, de la comunidad mundial de compositores o quizá de todos ellos. Pero esa burla parece ser muy del gusto del público actual.
La muerte de Stalin en 1953 le abrió el camino a una estética menos rígida y Shostakovich volvió a escribir sinfonías empezando con la número 10 y después la 11 y la 12. Ambos trabajos fueron escritos en los años cruciales de la historia revolucionaria (entre 1905 y 1917), pero después la número 13 fue uno de sus mejores trabajos criticados. Sus últimas dos sinfonías y sus últimos cuartetos y canciones pertenecen a un período de nueva textura, lentitud y gravedad, frecuentemente usadas en imágenes de muerte: su sinfonía número 14 es una canción sobre la mortalidad, sin embargo, la numero 15 es más enigmática en comparación con las de Rossini y Wagner.


Las sinfonías números 10 y 11 forman un díptico en el que el molde sinfónico tradicional es reutilizado por el compositor con una enorme maestría. Parece como si Shostakovich hubiera querido demostrar que en los viejos odres de los cuatro movimientos de la forma sinfónica tradicional pueden criarse vinos nuevos, que son además buenos.

El director Mravinsky y Shostakóvich
En la “Sinfonía nº 10” (Berliner Philharmoniker, dir. Herbert von Karajan) la firma musical del compositor (el motivo re, mi bemol, do, si, o sea, DSCH en nomenclatura musical germánica) es el núcleo estructural de una obra que, yendo de la oscuridad a la luz parece recuperar de alguna manera el optimismo que muchos años antes había brillado en la Primera Sinfonía. “La Sinfonía No. 11”, (Minnesota Orchestra, dir. Andrew Litton) subtitulada "1905" en alusión a la crisis revolucionaria de ese año en Rusia, podría considerarse como la más conseguida entre las sinfonías programáticas de Shostakovich.

Sean los campesinos y obreros rusos masacrados en el Domingo Rojo de 1905 por las tropas zaristas (como indican el subtítulo de la sinfonía y los títulos de sus cuatro movimientos), sean los estudiantes, trabajadores y ciudadanos húngaros en general, masacrados por las tropas rusas en 1956, poco antes de la composición de la obra (subtexto que se ha sugerido como posible interpretación de la obra y que, según indica Laurel Fay, fue expresamente negado por el compositor antes de su muerte, lo cual no significa necesariamente que sea falso), quien sin duda habita en los compases de esta obra es el dinamismo de los tumultos callejeros y de los disturbios en los que se enfrentan fuerzas muy desiguales. Esta Sinfonía No. 11, repleta además de referencias a canciones revolucionarias rusas e internacionales (como La Varsoviana, en España muy usada por los anarquistas de la CNT), que aluden entre otras cosas a la represión política, es todo un prodigio de polisemia.

La Sinfonía Nº 12 en Re menor, Op.112 "The Year 1917" (dir. Rostropovich) se desarrolla como una obra descriptiva, muy en la línea de la anterior pero con la diferencia que no se nos ofrece como cuatro capítulos de una historia continuada, sino que, a diferencia de la 11ª, aquí cada movimiento es un cuadro alusivo a la revolución que terminó con el triunfo bolchevique, pese a ejecutarse sin pausas entre ellos.
El primer movimiento “Petrogrado Revolucionario” (Moderato-Allegro-Più mosso-Allegro). El segundo movimiento (Allegro continuando-Adagio) se denomina “Razliv” y hace referencia al lugar donde se encontraba el cuartel general de Lenin a las afueras de Petrogrado, en el golfo de Finlandia. “Aurora” es el nombre del tercer movimiento (Adagio continuando-Allegro), de corta duración, y es un homenaje al acorazado de la armada imperial del mismo nombre. El cuarto movimiento recibe el nombre de “La caída de la Humanidad” (Allegro continuando-Allegretto-Moderato) y trata de describir una idílica sociedad socialista guiada por Lenin.

Muchos de quienes conocen las quince sinfonías de Shostakovich consideran que en las tres últimas se halla lo mejor de su producción sinfónica. Quienes se inclinan más hacia el vanguardismo musical suelen optar por la “Sinfonía No. 14”, mientras que la “No. 13, Babi Yar,” o la “No. 15” suelen ser la elección de quienes miran más hacia la tradición sinfónica y hacia el siglo XIX. Sea como fuere, estas tres sinfonías, completamente distintas entre sí, casi como si hubieran sido compuestas por tres compositores distintos, están a juicio de muchos críticos musicales entre lo mejor que la forma sinfónica produjo en el siglo XX.

La Sinfonía Nº 13 en si bemol menor, Op.113 (Mikhail Petrenko & Mariinsky Theatre Orchestra) representa para muchos el logro del equilibrio de las ideas del compositor y la forma de expresarlas. Refleja fielmente la confrontación del arte con el intento de utilizarlo como instrumento político. Al principio debió ser pensada por su autor como una cantata basada en poemas de Yevgeny Yevtushenko, pero se convirtió en una sinfonía coral. El contenido de los poemas musicalizados era subversivo a los ojos del régimen soviético. Como ha sucedido muchas veces en sociedades que han vivido bajo el sistema socialista, se utiliza como telón de fondo la aparente crítica de un sistema supuestamente tan opuesto al socialismo como el nazismo alemán, subyaciendo en realidad una denuncia al gobierno que censura al autor.

Sin embargo, la “Sinfonía No. 14 en La mayor” op.135, I. De profundis (Ensemble de Solistes de l'Orchestre Philharmonique de Mosco) instrumentada para orquesta de cámara, con dos solistas que cantan poemas de autores diversos, pero todos referentes a la muerte, en sus once movimientos, no parece realmente una plasmación fiel de la forma sinfónica.
En la “Sinfonía No. 15” op. 141, 1 y 2 (Charles Dutoit & Orchestre symphonique de Montréal) el compositor volvió a la música puramente instrumental y a la estructura en cuatro movimientos, en los que sobre las citas de sí mismo y de otros (Rossini y Wagner sobre todo) Shostakovich construyó lo que podría interpretarse como un enorme mausoleo musical.

Aparte de sus 15 sinfonías, su obra es muy extensa: 15 cuartetos para cuerda, 6 conciertos (2 para piano, 2 para violín y 2 para violonchelo), música de ballet, óperas, canciones, suites y bandas sonoras.
Estas composiciones siguen muy fielmente los patrones de la música tonal en los que a menudo coincidió el gusto del público occidental y el "posromanticismo patriótico" que los líderes de la URSS reclamaron de Shostakovich durante varias décadas. Como el exquisito “Quinteto de Piano en sol menor Op. 57 - I Prelude. Lento” (Glenn Gould & Symphonia Quartet)


De los seis conciertos de Shostakovich (dos para piano, dos para violín y dos para violonchelo) los de piano son simpáticos e intrascendentes, sobre todo el segundo (Piano: Shostakovich) y, del resto, el “Concierto No. 1 para violín” (Leonid Kogan, violín) parece ser el que suscita mayor consenso y entusiasmo de crítica y público, por la introspección y la vehemencia emotiva de sus movimientos lentos y la alegría contagiosa de su final.
El “Concierto para violoncello nº 1, part 3 Cadencia” (Rostropovich) lo compuso para su amigo Mstislav Rostropovich, quien se lo aprendió de memoria en cuatro días y lo estrenó el 4 de octubre de 1959, con Yevgeni Mravinski dirigiendo la Orquesta Filarmónica de San Petersburgo. De los seis, es en el “Concierto para violoncello nº 2, part 1” (Rostropovich), donde Shostakovich se acercó más a la vanguardia.

Dmitri Shostakovich escribió la Jazz Suite nº 1 en 1934.
La Jazz Suite nº 1 consta de tres movimientos: I – Vals, II – Polka, III  (Russian State Symphony Orchestra), escrita  para tres saxofones (soprano, alto y tenor), dos trompetas, trombón, maderas, xilófono, banjo, guitarra hawaiana, piano, violín y contrabajo.
La Suite nº 2 de Shostakovich “Jazz Suite No. 2: VI. Waltz 2 - Part 6/8”, concluye con los números. Que son respectivamente: 1- Little Polka, 2- Vals, 3- Danza, 4- Final

La obra de Shostakovich para grupos de cámara, para voz con acompañamiento y para piano solista es inmensa. De los quince cuartetos el “Octavo, en Do menor III” (cuarteto Kronos) es quizá el más popular. Se dice y parece haber pruebas que lo demuestran que el compositor pensaba suicidarse y que compuso esta obra a modo de réquiem. Construido todo él sobre el núcleo DSCH, el cuarteto tiene una unidad estructural monolítica y es una de las obras en las que más claramente se expresa la voz trágica del compositor, que, no obstante, se refirma una y otra vez con su firma musical.

No hay firma en cambio en el “Cuarteto No. 13”, (Borodin String Quartet) una obra descarnada y gélida que plantea musicalmente los interrogantes de la vida humana. Saliendo de la tonalidad Shostakovich parece irse en este cuarteto del mundo conocido, quizá para adentrarse con el aullido final de un violín en el más allá.
El “Trío para piano, violín y violonchelo No. 2” (Piano: Martha Argerich, Violín: Gidon Kremer & Violonchelo: Mischa Maisky), es instantáneamente atrayente, no es de extrañar que sea muy popular y que haya docenas de grabaciones en el mercado. La obra usa esquemas tonales y melodías que sugieren el folclore judío y fue dedicada a la memoria de su amigo intimo Ivan Sollertinsky. Shostakovich consiguió en esta obra una variedad de emociones que suele conmover a casi cualquier público.


La “Sonata para Viola y Piano, III”, parte 1, parte 2 (viola: Bashmet, piano: Richter)
es música pura que se sale de cualquier molde. Fue compuesta para David Oistrakh, que la estrenó con Sviatoslav Richter, quien confiesa en sus memorias que no le gustaba demasiado. Es, de todo lo que compuso Dmitri Shostakovich, la obra preferida de uno de los autores de estas notas.

Escena de 'La nariz'
Entre la música para escena y óperas, destacan:
Su primera ópera “La nariz” (Valery Gergiev), ópera cómica basada en un texto de Gogol, es probablemente una de las obras más conseguidas del Shostakovich de juventud, empeñado en enlazar con la tradición satírica rusa y a la vez con las tendencias musicales de su tiempo.
Su segunda ópera “Lady Macbeth del Distrito Mtzensk” (Nadine Secunde & dir. Aleksandr Anissimov), revisada como “Katerina Izmáilova” parece haberse convertido ya en parte del repertorio operístico, tuvo mucho éxito en Rusia, Europa occidental, y los Estados Unidos, y gracias a esa ópera consideraron a Shostakovich como un compositor dramático esencial.

Escena de Lady Macbeth del Distrito Mtzensk

El libreto en ruso fue escrito por Shostakóvich y Alexander Prei, inspirándose en la famosa historia homónima de Nikolái Leskov, narra la historia de una mujer solitaria, en la Rusia del siglo XIX, que se enamora de uno de los sirvientes de su marido y es empujada al suicidio. La obra incorpora elementos del expresionismo y el verismo. Shostakovich optó en ella por un naturalismo antirromántico.

Shostakóvivh leyendo el Pravda

La carrera ascendente de Shostakovich sufrió un inesperado revés con el estreno en 1934 de esta ópera, entusiásticamente recibida por el público, tanto en Leningrado como en su posterior escenificación en Moscú, fue retirada de cartel tras la aparición de una crítica en el diario oficial Pravda, titulada “Caos” en lugar de música, en la que se acusaba al compositor de haber escrito un "concierto de aullidos", ajeno a los presupuestos de la música socialista, que debía ser clara y fácilmente asequible. Se iniciaba así una larga y contradictoria relación con el régimen estalinista.

En definitiva, la música de Shostakovich muestra la influencia de varios de los compositores a los que admiraba: Johann Sebastián Bach en sus fugas y sus passacaglias; Ludwig van Beethoven en sus últimos cuartetos; Gustav Mahler en sus sinfonías y Alban Berg en el uso de códigos musicales y de citas. Las composiciones de Shostakovich son ampliamente tonales dentro de la tradición romántica, pero con elementos de atonalidad, politonalidad y cromatismo. En algunas composiciones tardías (por ejemplo, en el “Duodécimo cuarteto”) Shostakovich utilizó series dodecafónicas. Muchos comentaristas han notado una diferencia clara entre sus obras anteriores a las críticas de 1936 y los trabajos posteriores, más conservadores.

En sus últimos años de vida la salud de Shostakóvich estuvo seriamente quebrantada por varias enfermedades. La mayoría de sus últimos trabajos –su Decimocuarta y Decimoquinta sinfonías, y los últimos cuartetos– son oscuros e introspectivos. Atrajeron muchas críticas favorables de Occidente, ya que no tenían los problemas de interpretación que tenían sus anteriores trabajos, que eran piezas más públicas.
Shostakóvich, falleció el 9 de agosto de 1975 y fue enterrado en el cementerio de Novodévichy en Moscú, Rusia. Su hijo, el pianista y director Maksim Shostakóvich, fue el dedicatario y primer intérprete de varios de sus trabajos.

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