07 mayo 2012

Piotr Ilich Tchaikovsky


El 7 de mayo de 1840 nació en Votkinsk (Rusia) el compositor Piotr Ilich Tchaikovsky, autor de algunas de las obras de música clásica más famosas del repertorio actual. Su música, de carácter cosmopolita en lo que respecta a las influencias –entre ellas y en un lugar preponderante la del sinfonismo alemán–, aunque no carente de elementos rusos, es ante todo profundamente expresiva y personal, reveladora de la personalidad del autor, compleja y atormentada.

Tchaikovsky nació en el seno de una familia de clase media. Desde pequeño demostró un talento precoz para la música. Sus padres se dieron cuenta de ello y asistió a clases de piano a la edad de 5 años. Tres años más tarde leía a primera vista mejor que su propio profesor. Sin embargo, más tarde, sus padres viendo que su hijo emprendería la carrera de música, lo desanimaron e intervinieron para que Tchaikovsky estudiara leyes con la intención de que se convirtiera en funcionario, tal era la aspiración medioburguesa de la familia. A los 14 años su madre muere de cólera, hecho que produce un trauma en el joven Tchaikovsky. A pesar de cursar estudios de Derecho por obligación paterna, Tchaikovsky sigue en contacto con el mundo musical de San Petersburgo, su ciudad natal.

Tras graduarse, a los 19 años, empieza a tomar clase de teoría de la música con profesores de la Sociedad Musical Rusa tales como Zaremba o Rubinstein. Al poco tiempo decidió abandonar su carrera como funcionario y dedicarse por entero a la música. A partir de 1867, con 27 años, empieza a componer con regularidad y sus obras se estrenan e incorporan al repertorio con prontitud. Sin embargo, su fama le trajo problemas de celos con otros músicos y compositores. Además, Tchaikovsky empezó a cuestionarse su homosexualidad. En una sociedad -donde la homosexualidad estaba claramente estigmatizada- no era fácil para un compositor de su fama interiorizarla. En esta época Tchaikovsky decide casarse con una alumna suya de composición. El matrimonio es un completo fracaso y el compositor cae en una profunda depresión. Decide salir de Moscú y así comienzan sus años de peregrinaje.

Nadezhda von Meck
Viaja por Europa, Alemania y Francia entre otros países, y también por la Rusia rural, gracias al soporte financiero de una mecenas, Nadezhda von Meck, una rica viuda –a la que paradójicamente nunca llegaría a conocer– Tchaikovsky pudo dedicar, desde finales de esa década, todo su tiempo a la composición. Él le escribió a ella: “Hay algo tan especial sobre nuestra relación que a veces me deja atónito. Te he contado más de una vez, creo que tú eres para mí la misma mano del destino, vigilándome y protegiéndome. El mismo hecho de que no te conozco personalmente, junto con el hecho de sentirme tan cerca de ti, hace que te imagine como una presencia oculta pero benevolente, como una Providencia divina”. Entre ambos se estableció una relación platónica a la vez que económica, pero sólo por cartas.

Uno de los frutos de esta relación fue la Sinfonía Nº 4, que el compositor le dedicó. Sin embargo, en 1890 von Meck de repente dio por terminada la relación. Padecía problemas de salud que dificultaban su escritura; también tuvo problemas financieros debido a la mala gestión de sus propiedades por parte de su hijo Vladimir. La ruptura con Tchaikovsky fue anunciada en una carta entregada por un criado de confianza, en lugar del servicio postal habitual. Contenía la petición de que nunca la olvidara y venía con el adelanto del subsidio de un año. Justificaba esto al estar en bancarrota, lo cual, si no literalmente cierto, era evidentemente una amenaza real por aquel entonces.

En otras fuentes se dice que Nadezhda se creía amada por Tchaikovsky pero que, debido a las murmuraciones sobre la supuesta homosexualidad de él, la disuadieron de continuar con la relación. Tchaikovski se enteró casi un año más tarde de los problemas financieros de su benefactora. Esto no le impidió continuar dando por sentado el subsidio (con frecuentes expresiones efusivas sobre su gratitud eterna), ni se ofreció a devolver el anticipo que recibió con la carta de despedida. A pesar de su creciente popularidad por toda Europa, la asignación de von Meck seguía siendo una tercera parte de los ingresos del compositor. Aunque ya no necesitara su dinero tanto como en el pasado, la pérdida de su amistad, apoyo y ánimo fue devastadora; permaneció confundido y resentido sobre su abrupta desaparición durante los restantes tres años de su vida.

En 1884, cansado de los viajes, retorna a Rusia, donde permanecería hasta su muerte en 1893. En esa época, a pesar de sus problemas emocionales (sobre todo, los derivados de su sexualidad), goza de un reconocimiento de público y crítica muy grande.


Composiciones
Alumno de composición de Anton Rubinstein en San Petersburgo, sus primeras obras, como el poema sinfónico “Fatum” o la Sinfonía núm. 1 «Sueños de invierno», mostraban una personalidad poco definida. En la década de 1870, de partituras como la Sinfonía núm. 2 «Pequeña Rusia» y, sobre todo, del célebre Piano Concerto No. 1 en Si bemol menor Op. 23: I. Allegro non troppo e molto maestoso - Allegro con spirito (Yevgeny Kissin, Berliner Philharmoniker & Herbert von Karajan), la música de Tchaikovsky empezó a adquirir un tono propio y característico, en ocasiones efectista y cada vez más dado a la melancolía.

Fruto de esa dedicación exclusiva fueron algunas de sus obras más hermosas y originales, entre las que sobresalen sus ballets 'El lago de los cisnes' (Israel Philharmonic orchestra, dir. Wolfgang Sawallisch), 'La cenicienta', 'La bella durmiente' y 'Cascanueces', sus óperas “Evgeny Oneguin” y “La dama de picas”, y las tres últimas de sus seis sinfonías. La postrera de ellas, subtitulada "Patética" (Orchestra del Teatro alla Scala of Milan, dir. Yuri Temirkanov), es especialmente reveladora de la compleja personalidad del músico y del drama íntimo que rodeó su existencia, atormentada por una homosexualidad reprimida y un constante y mórbido estado depresivo.


Éstas, junto con dos de sus cuatro conciertos, tres de sus seis sinfonías numeradas y, de sus diez óperas, “La dama de picas” y “Eugenio Oneguin”, son probablemente sus obras más familiares.

Sus tres cuartetos de cuerdas y tríos para piano contienen bellos pasajes, así como sus 106 canciones, las cuales siguen siendo interpretadas en recitales. Tchaikovsky también escribió unas cien obras para piano, a lo largo de su vida: Pieza Nº 5 de las 18 Opus 72 (Mikhail Pletnev). Brown afirma que «aunque algunas de ellas pueden ser exigentes técnicamente, la mayoría son composiciones encantadoras, no pretenciosas, dirigidas a pianistas aficionados». Añade, no obstante, que «hay más atractivo e ingenio en estas piezas de las que cabría esperar»

Tchaikovsky y Los Cinco
Estilo
La música de Tchaikovsky representa la conexión de Rusia con la tradición occidental del Romanticismo. Rusia en la época de Tchaikovsky estaba estableciendo su identidad como país. Un grupo de compositores, el llamado “Grupo de los cinco”, preconizaba la creación de una música auténticamente rusa, es decir, una música sin conexiones con la tradición europea clásica, sin relación con compositores como Beethoven, Brahms o Wagner. Este grupo quería una música que bebiese de las fuente del folklore ruso en lugar de la música tonal-armónica de Occidente. Tchaikovsky no se identifica con esa posición y, de hecho, su relación con ese grupo es ambigua, de rechazo y reconocimiento al tiempo.


Durante sus años de peregrinaje Tchaikovsky ha estado en contacto con la música de Brahms, Beethoven y otros compositores de su época. Ha conocido de primera mano esa música y la incorpora a su estilo. Representa el tronco más occidentalizado de la música rusa romántica. Desde un punto de vista más técnico, se puede afirmar que Tchaikovsky fue un gran experimentador. Algunos autores lo han visto como un compositor que dominó todos los aspectos de la composición e introdujo innovaciones en la forma que se pueden apreciar en muchísimas de sus obras.

Su música es una muestra de un amplio ámbito y amplitud de técnicas, desde una forma «clásica» equilibrada simulando la elegancia rococó del siglo XVIII, hasta un estilo más característico de los nacionalistas rusos, o (según Brown) un idioma musical expreso para canalizar sus propias emociones trastornadas. A pesar de su reputación como «máquina de hacer llorar», la auto-expresión no era un principio central para Tchaikovsky. En una carta a von Meck del 5 de diciembre de 1878, le explicó que hay dos tipos de inspiración para un compositor sinfónico, una subjetiva y otra objetiva, y que la música programática puede y debe existir, al igual que es imposible exigir que la literatura se las arregle sin el elemento épico y se limite únicamente al lirismo.

Igualmente, las grandes obras orquestales que Tchaikovsky compuso pueden dividirse en sendas categorías: las sinfonías en una, y, otras obras, como los poemas sinfónicos, en otra. De acuerdo con el musicólogo Francis Maes, la música programática como “Francesca da Rimini” o la “Sinfonía Manfredo” (Yuri Temirkanov & St Petersburg Philharmonic Orchestra) eran en su mayor parte el credo artístico del compositor como una expresión de su «ego lírico».


Existe un grupo de composiciones que están fuera de la dicotomía de la música programática contra el «ego lírico», donde Tchaikovsky tiende a la estética pre-romántica. Entre las obras de este grupo se encuentran las cuatro suites orquestales, el “Capricho italiano”, el “Concierto para violín” y la “Serenata para cuerdas” (Orquesta Filarmónica de Berlín & Karajan).

Experimentó en ocasiones con métricas inusuales, aunque usualmente, como en sus melodías de danza, empleaba una firma, en esencia un compás regular que «a veces se convertía en el agente más expresivo en algunos movimientos debido a su enérgico uso». Tchaikovsky además practicó con un amplio rango de armonías, desde las prácticas de las armonías y texturas occidentales de sus primeros dos cuartetos de cuerda al empleo de la escala de tonos enteros en el centro del final de su Segunda Sinfonía; ésta última era una práctica que solían usar el Grupo de los Cinco.

Debido a que Tchaikovsky escribió la mayoría de su música para orquesta, sus texturas musicales estaban condicionadas cada vez más con los colores orquestales que empleaba, especialmente tras la “Segunda suite orquestal” (The Cologne New Philharmonic Orchestra & dir. Volker Hartung). Brown mantiene que, mientras que el compositor estaba habituado a las prácticas orquestales de Occidente, él «prefería diferenciar los colores orquestales haciéndolos más brillantes y definidos según la tradición establecida por Glinka». Tendía a emplear más los instrumentos agudos por su «veloz delicadeza», aunque equilibra esta tendencia con «una certera exploración de los sonidos oscuros e incluso lúgubres de los instrumentos de metal».


Obras destacadas
Op. 13- Sinfonía n.º 1 en sol menor , "Ensueños de invierno" 1/2, 2/2 (Orquesta Filarmónica de Hamburgo, dir. Leopold Ludwing).
Op. 20- El lago de los cisnes Ballet (Yulia Makhalina - Igor Zelensky)

Op. 23- Concierto para Piano n.º 1, en si bemol menor. mov. 1Amov. 1B, mov 2, mov 3 (Daniel Barenboim, Münchner Philharmoniker & Sergiu Celibidache)
Op. 24- Eugenio Oneguin, ópera. Final (Dmitri Hvorostovsky and Renee Fleming)
Op. 26- Serenata melancólica en si menor, para violín y orquesta (Itzhak Perlman)
Op. 31- Marcha Eslava (Orquesta Filarmónica de Londres)
Op. 32- Francesca da Rimini, poema sinfónico sobre el episodio V; “En el infierno” (Moskow Radio Symphony Orchestra & dir. Vladimir Fedoseyev)

Op. 33- Variaciones sobre un tema rococó para violonchelo y orquesta (Gautier Capuçon, Valery Gergiev & Orchestra of the Mariinsky Theatre)
Op. 35- Concierto para Violín y orquesta en re mayor. Romance Andante (Joshua Bell)
Op. 36- Sinfonía n.º 4 en fa menor, Romeo y Julieta (Antal Dorati, dir. & Detroit Symphony Orchestra)
Op. 37a: Sonata para piano n.º 3 en sol mayor, "Gran Sonata" (Sviatoslav Richter, Czech Philharmonic Orchestra)
Op. 45 - Capricho Italiano 1/2 ; 2/2 (George Pehlivanian & The Slovenian Philharmonic Orchestra)

Op. 49 - Obertura 1812 (Ljubljana Symphony Orchestra & dir. Anton Nanut)
Op. 55 - Suite Nº. 3 en sol mayor 1. Elegía; 2. Vals; 3. Scherzo; 4. Tema (USSR State Symphony Orchestra. Dir. Evgeny Svetlanov)
Op. 61 - Suite n.º 4 en sol mayor, "mozartiana" (USSR State Symphony Orchestra. Dir. Evgeny Svetlanov)
Op. 64 - Sinfonía n.º 5 en mi menor, "Recuerdos de Rusia" (Leonard Bernstein New York Phiharmonic)


Op. 66a: La bella durmiente, suite de ballet. Acto 1. Vals (London Symphony Orchestra)
Op. 68 - La dama de picas, opera Aria Liza: “¿De dónde vienen estas lágrimas?” (Galina Gorchakova, soprano)

Op. 70 - Sexteto de cuerda en re menor "Recuerdo de Florencia" 1/4, 2/4, 3/4, 4/4  (The Norwegian Chamber Orchestra & Iona Brown).
Op. 71 - El cascanueces (Berlin Philharmonic Orchestra & dir. Daniel Barenboim)
Op. 71a: El cascanueces, suite de ballet (Symphony Orchestra, University of Utah Chorus & Maurice Abravanel)
Op. 72 - 18 piezas para piano. Nº 5. Meditación (Mikhail Pletnev)
Op. 74 - Sinfonía n.º 6 en si menor, Patética (Herbert von Karajan, dir. & Wiener Philharmonic Orchestra)
Op. 75 - Concierto para piano y orquesta Nº 3 en mi bemol mayor (1º mov. de la sinfonía Nº 7) (Eugene Ormandy & Philadelphia Orchestra)
Op. 80 - Sonata para piano Nº 2 en do sostenido menor (Emil Gilels)


Tchaikovsky en el cine
Las obra musical del ruso Tchaikovsky (1840-1893)  es un clásico “fresco” que funciona muy bien en multitud de películas del cine contemporáneo. Entre sus obras más conocidas podemos destacar tres: El Lago de los Cisnes, El Cascanueces y Obertura 1812.

El Lago de los Cisnes
El compositor Clint Mansell ha utilizado su obra adaptándola a la  banda sonora de la película 'Cisne negro' o 'Black Swan' (2010) de Darren Aronofsky. Pero La danse de Petits Cygnes también puede escucharse en el film 'Scoop' del director Woody Allen, quien enfoca la obra de Tchaikovsky como música para ilustrar episodios cómicos de su película. Otra de las piezas más empleadas en el cine es Finale, pieza triste trágica, sublime y de tintes oscuros cercanos a la muerte. Dos de las películas más conocidas que la usan son 'The Mummy' (1932) de Karl Freund y 'Ed Wood' (1994) de Tim Burton.

El Cascanueces
Además del Lago de los Cisnes, hay un pequeño puñado de piezas que, por supuesto, sí han pasado de mano en mano y de película en película. Ahí está el Cascanueces, otro ballet, al que Disney dio fama universal con 'Fantasía' (1940) de Walt Disney, en la que música es un excelente recurso narrativo. La magia Disney combina a la perfección con el encanto de la banda sonora. Ahí, más que nunca, la música era la protagonista. Curioso que, como bien explicaba el maestro Leopold Stokowski en la propia película, el compositor ruso nunca tuvo el Cascanueces por una de sus composiciones más logradas. Sea como fuere, varios de los movimientos de esta Suite se nos hacen familiares con apenas pocos segundos de escucha, en parte gracias a 'Fantasia' pero también han servido de apoyo en otras películas. De hecho, títulos como 'Mistery men' o 'El inspector Gadget' nos demuestran su innegable vocación cómica.

Obertura 1812
Otra de sus obras cumbres es la Overtura 1812. Sorprende, por las posibilidades dramáticas varias que ofrece una pieza de estas características y duración, que no haya sido más empleada. Pero sí podemos recordarla, al menos, en películas tan dispares como 'Abajo el amor' (comedia romántica), 'Volar por los aires' (acción pura) o la más reciente 'V de vendetta', donde la música de Tchaikovsky terminaba por erigirse en una suerte de icono revolucionario.

Volviendo al ballet con La bella durmiente, quizá ligeramente menos popular que las anteriores; por lo tanto, también menos empleada en la Gran Pantalla. La podemos encontrar en 'Inteligencia artificial', donde Spielberg la emplea a modo "atmosférico", y en 'Ronin', frenética cinta de acción de FrankenheimerSpielberg recurrió a Tchaikovsky de nuevo en 'Minority report', esta vez haciendo uso de otra de sus grandes partituras: La Sinfonía "Patética", es decir, la nº 6. La "Patética" nos lleva, finalmente, a la versión de 1996 de 'Anna Karenina', con Sophie Marceau como protagonista y una suerte de "The best of Tchaikovsky" a modo de banda sonora: La citada Sinfonía nº 6, El lago de los cisnes, el Concierto para violín...

Y otras piezas menos conocidas como Eugene Onegin, bien conocida para cualquier melómano -en casi cualquier grado-, quizá se le haya podido escapar a otros menos aficionados. Merece la pena, y así lo entendieron también directores como Robert Zemeckis o Anthony Minghella, que contaron con alguno de sus instantes para 'Náufrago' o 'El talento de Mr Ripley'. 'Kolya', cinta ganadora del Oscar a mejor película de habla no inglesa en 1996, ofrecía entre su espectacular selección musical (Dvorak, Smetana...) el Nocturno op 19 nº 4 y el famoso Concierto nº 1 para Piano y Orquesta fue magníficamente utilizado por los Monty Python en su 'Flying Circus'.

La tercera curiosidad, en este apartado: Tchaikovsky de la mano de 007. Efectivamente, en 'Alta tensión', una de las chicas Bond, como recordarán los fans, era una cellista que, en cierto momento de la trama, deleitaba nuestros oídos con estas Variaciones. Otro ejemplo quizá menos conocido es la Obertura de Romeo y Julieta, una auténtica maravilla que también tuvo su espacio en la saga del agente 007: Fue en 'Moonraker' floja película de aventuras que cuenta sin embargo con una de las mejores bandas sonoras de la serie. Esta obertura, como no podía ser de otra manera, ha sido utilizada en más títulos, tan dispares como 'Rollerball' o 'Waynes' world'.

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