A Bird le bastaron solo 34 años de vida para cambiar el curso del jazz tradicional y avanzarlo hacia la modernidad. También para ganarse un lugar inamovible en la memoria de los aficionados. Poco después de su muerte, el 12 de marzo de 1955, fueron muchas las pintadas que aparecieron en Nueva York con una simple frase: "Bird lives" (Bird vive).
Tuvo una corta existencia pero su legado es histórico. Nadie puede dudar de la contribución de Charlie Parker a la historia de la música popular. Muchos de sus composiciones ya son clásicos del jazz: 'Anthropology', 'Ornithology', 'Scrapple from the apple', 'Ko Ko', 'Now's the time', 'Donna Lee', 'Billie's bounce', 'Parker's mood', 'Confirmation'...
Para cuando a mediados de los cuarenta tocaba en Nueva York, alternando la calle 52 y Harlem, su prodigioso talento al saxo había cambiado el sonido del jazz de un modo hasta entonces desconocido. Con su ataque agudo y su espíritu indomable, fue capaz de traducir en tiempo real un discurso complejo y coherente sobre un ritmo vertiginoso. Era la forma de superar las limitaciones de la conocida era del swing, desarrollada en Estados Unidos durante la década de los treinta. La época de las grandes bandas, de las melodías que se silbaban camino al trabajo, de las superestrellas como Artie Shaw o Glenn Miller y de la conquista blanca del jazz, género afroamericano por excelencia junto al blues. Parker rompió todo ese empaquetado, hizo trizas las convicciones artísticas imperantes, poniendo dinamita sonora allí donde había un muro de rigidez rítmica, muy regular y de elaborados compases.
Charlie y Dizzy |
El 15 de mayo de 1953 reúne uno de los mejores quintetos de jazz de la historia: Max Roach a la batería, Charles Mingus al contrabajo, Bud Powell al piano, Dizzy Gillespie a la trompeta y el propio Bird al saxo, y graban un disco mítico en directo en el Massey Hall de Toronto, concierto que también sirvió para patrocinar una nueva marca de saxos: el Grafton. Bird fue capaz de sacar sonidos imposibles a un saxofón de plástico...
Parker oía la pureza del jazz e iba en su búsqueda. Como desvistiendo al maniquí de prendas plomizas que era el swing comercial, buscaba el nervio sonoro, el auténtico contacto con la melodía aunque solo fuera en un fragmento, como un roce ardiente e inesperado, frágil e inolvidable.“Todo lo que se sobreentiende se deja fuera”, era la premisa bop, recogida en el libro 'El jazz' de Joachim E. Berendt. En la experiencia del propio Parker: “Improvisé durante mucho tiempo sobre ‘Cherokee’ -standard del jazz-. Mientras lo hacía, me di cuenta de que, al utilizar los intervalos superiores de las armonías como línea melódica, colocando debajo armonías nuevas más o menos afines, podía tocar de repente aquello que por tanto tiempo había oído dentro de mí. Me llené de vida”.
Sin embargo, aquella música nueva no fue bien acogida. Demasiada tensión para los orquestales primeros años cuarenta. Un artículo de la época proclamaba: “No se puede cantar. No se puede bailar. Puede que ni siquiera se pueda soportar. Es el bebop”. Tampoco las estrellas de vieja escuela, puntales del jazz tradicional, lo admitieron. Louis Armstrong o Benny Goodman lo rechazaron por extraño. El vocalista Cab Calloway llegó a definirlo como 'música china'.
Minton's Playhouse |
Este papel lo habían llegado a asumir verdaderos maestros como Armstrong o Fats Weller. Los boppers aparecían como revolucionarios insolentes y Parker estaba a la cabeza de aquel movimiento. En palabras de Thelonious Monk: “Queríamos hacer música que ellos no pudieran tocar”.
Charlie en 1949 |
Charlie Parker y Miles Davis |
Charlie en 1952 |
Uno de los cuentos de Julio Cortázar, 'El Perseguidor' ('Las armas secretas', 1959), está basado en la vida de Charlie Parker. El relato fue la base argumental para la película 'Bird', dirigida por Clint Eastwood (1988) y protagonizada por Forest Whitaker.
Ecxelente artículo!
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