08 septiembre 2012

Antonín Dvořák


El 8 de septiembre de 1841 nació en Nelahozeves, un humilde dominio checo del imperio austro-húngaro (actualmente, República Checa), Antonín Dvořák, uno de los grandes compositores postrománticos de la segunda mitad del siglo XIX.
Antonín tomó sus primeras clases de canto y de violín con el maestro de escuela de la ciudad. Pronto se mudó a una ciudad vecina para aprender alemán y para estudiar órgano, piano, guitarra y composición. Dvorák eventualmente cursó la escuela para organistas y el Conservatorio en Praga. Para mantenerse, trabajó como guitarrista principal en el Teatro Nacional Checo, dirigido por Smetana, quien compusiera la gran ópera checa “La Novia Vendida”.

Entre otros empleos, Dvořák daba clases de música a las dos hijas del propietario de su casa. Se enamoró de la mayor de las hermanas; pero cuando ella se casó con un noble, él centró su atención en la más joven, Anna. Como era muy pobre para proponerle casamiento, Dvorák tuvo que trabajar duro por mucho tiempo antes de conquistar la mano de su prometida.
Mientras tanto, el joven compositor desarrollaba su propia voz, mezclando un sofisticado lenguaje sinfónico con motivos de música folclórica checa. Después de años de ardientes composiciones, Dvorák finalmente alcanzó el éxito con la cantata Himno: “Los Herederos de la Montaña Blanca” (1873), la cual narraba la lucha checa por su independencia de Austria, en el siglo XVII. Aquel mismo año, Dvorák se casó con Anna. Juntos construirían una familia grande y feliz.

Dvorak y su esposa Anna (1886)
En 1874, Dvořák comenzó a postularse para recibir fondos que el gobierno austriaco otorgaba a los artistas. A través de sus solicitudes anuales, se hizo amigo del gran compositor Johannes Brahms.
Brahms le recomendó las composiciones de Dvořák al editor Fritz Simrock, quien compró los “Dúos Moravios” del compositor y comisionó las “Danzas Eslavas”. Dvorák se hizo famoso en toda Europa con las exitosas Danzas Eslavas. Siguieron valses, marchas, conciertos, sinfonías y óperas, y la fama de Dvorák continuó creciendo.
La música de Dvořák siempre exaltó a su patria checa. Sin embargo, en los 1880, el sentimiento anti- checo en Austria amenazaba con limitar su carrera. Tenía más éxito en el exterior. Dvorák realizó nueve viajes para Londres, en donde era recibido como un héroe artístico. Durante su gira en 1884, escribió para su familia: “Tengo que contarte sobre el tamaño del coro aquí — ¡no te alarmes! ¡Ochocientos cantantes y veinticuatro primeros violines en la orquesta!” Entre 1889 y 1890, Dvořák viajó por Rusia, invitado por Tchaikovsky.
El compositor novato se había transformado en un artista y en un empresario seguro de sí mismo. Dvorák compró un terreno en una pequeña villa bohemia llamada Vysoká, donde podía disfrutar en paz de los veranos. Entre 1890 y 1892, pasó el resto del año enseñando en el Conservatorio de Praga.

Jeanette Thurber
En 1891, la filántropa americana Jeanette Thurber invitó a Dvorák para que tomase el cargo de director del Conservatorio Nacional de Música en Nueva York. Dvořák, su esposa, y dos de sus niños se mudaron a los EE.UU. Le escribió a un amigo: “Los americanos esperan maravillas de mí. Debo guiarlos a la Tierra Prometida, un arte nuevo, independiente; en fin, ¡a un estilo nacional de música!” Más tarde, algunos de los estudiantes de Dvořák serían profesores de grandes compositores americanos como Copland, Gershwin y Ives.

Dvorak y su familia en EEUU (1893)
Recibió el encargo de desarrollar un idioma musical autóctono liberado de la influencia europea. Dvořák, entusiasmado con la idea, comenzó a estudiar los espirituales negros que cantaban en las plantaciones de algodón así como los cánticos indígenas de los indios americanos. El compositor bohemio estaba convencido de que las bases de una futura música auténticamente americana había que buscarlas en esas expresiones musicales populares. No anduvo muy desencaminado, ya que estas estructuras -en un plano menos 'culto'- terminaron generando el jazz, el blues y el rock & roll, estilos auténticamente americanos.
Dvořák se sentía tanto inspirado como frustrado con los EE.UU. A pesar de encontrar nuevo material musical en la música folclórica afro-americana e indígena, la nostalgia hizo que se arraigase aún más a sus raíces bohemias. En 1895, Dvořák regresó a Bohemia y a su antiguo puesto en el Conservatorio de Praga.

En Inglaterra, había sido nombrado doctor "honoris causa" de la Universidad de Cambridge (1891). Las de Viena y Praga le confirieron también esta misma distinción.
A pesar de su éxito, Dvořák continuó siendo un hombre simple que encontraba profunda felicidad en su familia, en la naturaleza y en la música: como escribiera cierta vez para un amigo: “Yo soy lo que soy – un simple músico bohemio”. En el estreno de su última obra “Armida”, en 1904, Dvořák sintió un dolor crónico en su cadera y se vio en la necesidad de abandonar el teatro. Después de algunas semanas de convalecencia, falleció. Tenía sólo sesenta y tres años.
Falleció en Praga apreciado y honrado como uno de los principales músicos de su época y singularmente de su país, aún cuando en su música se hubiera dado, en cierta medida, una contaminación entre los elementos nacionales y la tradición sinfónica alemana.


La música de Dvořák

La obra de Dvořák es muy variada: desde la ópera a la música de cámara pasando por la música sinfónica, terreno al que dedicó más atención. Su obra musical no es tan sencilla y bucólica como la de su compatriota Smetana, ya que de Dvořák posee un lenguaje más moderno, emplea mayor sofisticación técnica y una orquesta de plantilla más numerosa.

En su orquestación busca la espectacularidad, conseguida a través de contrastes dinámicos y de la experimentación de nuevas combinaciones tímbricas. Algunos de los recursos que emplea son propios de los compositores eslavos, como la utilización frecuente del registro grave del violín y el uso de los instrumentos de metal en pianissimo. Su fluidez y gran espontaneidad melódica proceden en cierta medida de Schubert.
En sus obras de juventud, Dvořák imitaba los modelos románticos, especialmente los de Mendelssohn. En la década de los años sesenta se puede apreciar en su música cierta ambigüedad tonal y frecuentes modulaciones hacia ámbitos tonales lejanos.

Surgieron así obras camerísticas como sus “Cuarteto de cuerda Nº 5 en fa menor” Op. 9 (1873) y “Cuartetos de cuerda en la menor” Op. 16 (1874); y obras orquestales como la “Segunda Sinfonía en Si bemol mayor” (1865).
Pero a partir de 1874, Dvorák se alejó del influjo de compositores como Liszt y Wagner y desarrolló un estilo algo más convencional y clásico. Fue en esa época cuando comenzó a estudiar el folclore de su país, cuyos principales elementos utilizó posteriormente en sus composiciones. Así, incluyó en su obra ritmos sincopados de danzas populares como la “mazurka”, la “dumka” o la “sparcirka”. En esta línea compuso las famosas “Danzas Eslavas”, danza nº 1, (Vienna Philharmonic - Seiji Ozawa), una serie de 16 obras para orquesta compuesta en 1878 y 1886 y publicada en dos grupos: Opus 46 y Opus 72. Originalmente escritas para piano a cuatro manos, las Danzas Eslavas fueron inspiradas por las danzas de Johannes Brahms y de Hungría  (The Virtuoso Piano Quartet).
Los tipos de bailes en los que basa su música de Dvorák incluyen la “Furiant”, el “dumka”, la “polka”, el “sousedská”, el “skocná”, la “mazurca”, el “odzemek”, la “spacirka”, el “kolo” y la “polonesa”. Un espectáculo completo de cada obra suele durar aproximadamente 40 minutos.

También corresponden a estos años sus obras maestras “Leyendas”(1881) para orquesta, la cantata “La novia del espectro” (1884) y el oratorio “Santa Ludmila” (1885-1886), que junto con el “Requiem” en Si bemol mayor, Op. 89, (1890) hizo de Dvorak el creador del oratorio checo.
Una de sus obras más importantes de aquel período fue el conmovedor “Stabat Mater” (1877) (Wolfgang Sawallisch & The Czech Philharmonic Chorus and Orchestra), una cantata religiosa para solistas, coro y orquesta escrita después de la muerte de su hija recién nacida, de dos días de edad.

Es su obra sacra más importante y fue concebida para ser interpretada en versión de concierto, y no en la liturgia religiosa. Es una obra de carácter meditativo y orquestación transparente, con abundancia de cromatismos.
Otras obras religiosas que cabe señalar son la “Misa en Re mayor” Op. 86, para solistas, coro y órgano, y el “Te Deum” (1892), parte 1, para soprano, bajos solistas, coro y orquesta.

Al ser un excelente intérprete de viola, se sintió fuertemente inclinado también hacia la música de cámara. Entre sus partituras de este género destacan los cuartetos de cuerda y los tríos con piano, entre los que destaca el “Trío Op. 90”, 2º mov (The Solomon Trio. Daniel Adni, piano. Rodney Friend, violín. Raphael Sommer, cello) más conocido como “Dumky”. En él no utiliza la clásica estructura de cuatro movimientos, sino que emplea seis movimientos basados en la “dumka” y los divide en dos grupos.

En el campo de la música orquestal desarrolló gran parte de su talento, ya que además de sus nueve sinfonías, escribió poemas sinfónicos, oberturas de concierto, rapsodias y conciertos para instrumento solista, entre otras. El músico checo ha sido considerado como un sinfonista brahmsiano en la forma, pero de sonido wagneriano. Su “Sexta sinfonía en Re mayor” (1880), Allegro non tanto (Scottish National Orchestra, Neeme Järvi conductor), compuesta para la Orquesta Filarmónica de Viena, fue la primera en proporcionarle notoriedad internacional dentro del campo de la música sinfónica.

Pero, sin lugar a dudas, su sinfonía más célebre es la “Novena o del Nuevo Mundo” (1892) (Homenaje a Dvořák). Esta última obra posee reminiscencias de los cantos espirituales negros y de las melodías de las plantaciones del sur de los Estados Unidos que Dvorak oyó cantar en Nueva York a Harry T. Burleigh, un alumno suyo. El compositor realizó investigaciones sobre cuáles serían los aspectos definitorios de un estilo musical propiamente americano y llegó a la conclusión de que el uso de la escala pentatónica en la línea melódica, las cadencias plagales y los ritmos sincopados eran las características más típicas de esta música.


La obra “Sinfonía del Nuevo Mundo” (1893). consta de cuatro movimientos:
1. Adagio – Allegro Molto (Karajan & Wiener Philharmoniker)
2. Largo (primeramente denominado por Dvořák "Leyenda")
3. Scherzo: Molto Vivace – Poco sostenuto
4. Allegro con fuoco (Karajan & Wiener Philharmoniker)

Estos aspectos se dejan ver en otras obras de Dvořák compuestas en Estados Unidos, como son el “Cuarteto de cuerda nº 12 en fa mayor” (1893), "American" (The Cleveland Quartet), "American": IV. Finale -Vivace Ma Non Troppo (The Fry Street Quartet), el “Quinteto de Cuerda en Mi bemol mayor” (The Vlach Quartet Praque) y las “Biblické pisne” (Canciones bíblicas).

El “Concierto para violoncelo y orquesta en Si menor ” (1895) cuyo primer movimiento -Allegro- (Pau Casals) no contiene los citados elementos de la música norteamericana. Comienza con una introducción orquestal con dos temas, uno de ellos marcado por los clarinetes y el segundo por un solo de trompa que es expandido por la orquesta, tras lo que se inicia la presentación del solo de violonchelo elaborando ambos temas. El desarrollo del movimiento sigue el esquema clásico de la forma sonata. El segundo -Adagio ma non troppo-, (Rostropovich) empieza con un pasaje orquestal seguido por el violonchelo, que presenta una lírica melodía en sol mayor. Tras un pasaje tormentoso a cargo de la orquesta, el violonchelo aborda el segundo tema, basado en un lied compuesto por el propio Dvořák unos años antes, “Lass' mich allein” Op. 82, Nº 1. El retorno del tema inicial conduce la música serenamente hacia su conclusión.

El último movimiento -Adagio ma non troppo - Allegro moderato - (Jacqeline du Prè), comienza con un motivo similar a una marcha que el violonchelo toma inmediatamente para desarrollar el tema principal. El movimiento asume una forma de rondó, que el violonchelo cierra evocando fugazmente los temas principales de los movimientos anteriores, así como la melodía “Lass' mich allein”, que entona con infinita tristeza junto con los violines, antes de finalizar la obra con una breve y agitada coda a cargo del conjunto

En el último periodo de su obra, Dvořák volvió a las formas de su juventud y prestó especial interés a las óperas y al poema sinfónico. De todas la óperas de esta época, en vida del autor sólo conoció el  éxito "o Rusalka" (1900) – "Song the Moon" (Anna Netrebko). Se trata de una de las composiciones más famosas y populares de Dvořák. Es una ópera sumamente lírica y poética que abre ante el espectador un mundo mágico, habitado por ninfas, hechiceras y genios de las aguas. Esta obra es considerada con justa razón como una síntesis de la maestría y la invención melódica del autor". Respecto a sus poemas sinfónicos, destacan títulos como “El hada del mediodía”, “La rueda de oro”, “La paloma” (todos de 1896) y el “Canto heroico” (1897).

1 comentario:

  1. Qué interesante conocer más sobre el compositor Dvorak y la época en que se escribieron estas obras, reflejo de un período de la historia con grandes cambios externos e internos.

    ResponderEliminar